Acompáñame a echarle un vistazo a un lóbrego calabozo en Filipos, antigua colonia romana. Es medianoche, y el carcelero, convencido de que es imposible escapar de esas oscuras mazmorras, ronca como un oso hibernando. Mientras tanto, dos presos oran y cantan himnos al Señor.
¿Quiénes pueden cantar después de ser despojados de sus ropas, azotados, torturados, y forzados a permanecer con los pies sujetos a un cepo? Un par de cristianos: Pablo y Silas adoraron en medio del sufrimiento.
Y ocurrió que cuando ellos hicieron descender por medio de la alabanza la presencia y el poder del Espíritu Santo, “sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:26).
Seguramente, en algún momento de tu vida te has sentido torturado, encarcelado e inmovilizado por las circunstancias. En lugar de luchar o intentar solucionar los problemas en tus fuerzas, haz lo mismo que hicieron Pablo y Silas: ¡Alaba a Dios!
Hay milagros que ocurren en medio de la adoración y la alabanza. Dios perdona nuestros pecados, sana nuestras enfermedades, fortalece nuestras almas angustiadas, nos rescata de las relaciones tormentosas, nos provee de las cosas que necesitamos, cambia nuestros duros corazones y nos moldea a Su imagen y semejanza.
Cantar, orar y dar gracias al Señor en las situaciones más angustiantes de nuestra vida no es lo que estamos acostumbrados a hacer, hay quienes pueden pensar que eso no tiene sentido pero, créeme, cuando la solución a los problemas está fuera de nuestro alcance y reconocemos con humildad que separados de Dios nada podemos hacer, veremos los cepos abrirse y las cadenas soltarse.
Después del terremoto que sacudió la prisión, los reclusos tuvieron la oportunidad de escapar, sin embargo, ninguno lo hizo; todos se quedaron para contemplar fascinados, o tal vez pasmados, la grandeza del Señor.
A pesar de que Pablo y Silas fueron los únicos que invocaron la presencia de Dios con su alabanza, todos los prisioneros incluyendo el carcelero y su familia, alcanzaron la salvación de sus almas.
Dios habita en medio de la alabanza de Su pueblo. Si tan solo te atrevieras a oír experimentarías salvación, paz y libertad. Recuerda que “la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Romanos 10:17 NVI).
ORA LA PALABRA
“El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios” (Salmos 50:23).
Señor, te ruego por tus infinitas misericordias que mi familia y yo alcancemos la salvación de nuestras almas. Oro para que ninguno de nosotros se pierda, sino que tu gracia nos alcance. Permite que te confesemos como nuestro Señor y suficiente Salvador, que obedezcamos Tu Palabra, nos ordenemos en Tus caminos, y seamos dirigidos por Tu Santo Espíritu. Amén.
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