¿Es posible que lleguemos a ser santos a pesar de los pecados que cometemos a diario? Dios demanda santidad: “Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «sean santos porque yo soy santo»” (1 P. 1:15-16). Si Dios nos pide santidad es porque sabe que podemos lograrlo. ¿Cómo? Limpiándonos de toda contaminación del cuerpo y del alma a través de un arrepentimiento genuino y continuo.
Santos significa apartados para Dios. Somos propiedad privada del Señor, estamos sujetos a Él y vivimos para agradarle. El mundo y su corriente ya no tienen influencia sobre nosotros. El apóstol Pedro afirmó: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9). Sabemos que es imposible ser santos por nuestros propios esfuerzos, necesitamos el poder del Espíritu de Dios para vencer las pruebas y las tentaciones que nos incitan a pecar. Te propongo ejercitar siete hábitos que te guiarán a la suprema meta de ser perfeccionados en la santidad.
1.- Santifica tu mente. Pareciera que estamos programados para pensar de forma negativa. “Piensa mal y acertarás”, reza el dicho. Sin embargo, cada vez que tenemos pensamientos intolerantes, pesimistas, cargados de ira, depresión, celos o frustración, nos metemos en serios problemas. Pablo enseña que nos ha sido dada la mente de Cristo (1 Co. 2:16), pero para pensar como Dios piensa necesitamos renovar nuestra mente. Eso solo es posible oyendo, leyendo y meditando día y noche en las Sagradas Escrituras. De modo que cuando vengan los malos pensamientos seamos perfectamente capaces de llevarlos cautivos a la obediencia a Cristo. Es decir, podremos sustituirlos por la Palabra de Dios.
2.- Santifica tu boca. Una de las cosas más difíciles de lograr es disciplinar la boca. Necesitamos orar para que Dios nos ayude a domar la lengua, porque la mayor parte del tiempo estamos hablando y “en las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr. 10:19). David oraba: “Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios” (Sal. 141:3). La única manera de ponerle un freno a la lengua es haciendo votos con Dios, apartando la boca para honrar y glorificar el santo nombre del Señor. Desde ahora, proponte como meta hablar palabras que sanen, alienten y edifiquen a los oyentes. No uses un lenguaje obsceno en tus conversaciones, no calumnies, no te prestes al chisme, ni admitas reproche contra nadie; el que actúa así vivirá en completa paz y santidad.
3.- Santifica tus ojos. La mayoría de las cosas que nos incitan a pecar entran por los ojos. Eva no había contemplado el fruto prohibido hasta que la serpiente la incitó a mirarlo. (Gn. 3:6). Santificamos nuestros ojos cuando determinamos no contemplar las cosas que nos separan de Dios. Jesucristo enseñó que con solo mirar a una persona con pasión sexual se comete adulterio en el corazón (Mt. 5: 28). Haz cambios en tu vida diaria. No contamines tu mente mirando novelas, películas, revistas o videos por Internet con contenido violento, lujurioso y/o pornográfico. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no provienen del Padre, sino del mundo” (1 Jn. 2:16).
4.- Santifica tus oídos. Debemos estar atentos a lo que oímos para rechazar los mensajes que contaminan nuestra mente. Apártate de la gente chismosa, negativa y conflictiva para que sus quejas no te contagien de pesimismo. Solo los que oyen la Palabra de Dios tienen paz y gozo en sus almas; especialmente porque la fe nace por oír el mensaje de salvación (Ro. 10:17). Examina las conversaciones que mantienes con tus amigos, tal vez sin que te des cuenta pueden influenciarte para que te apartes de tus principios y valores cristianos. Escoge la música que vas a escuchar considerando que algunas canciones contienen letras inmorales que degradan y desvalorizan tu llamado a la santidad. Aunque debemos preferir la música que glorifica a Dios; no hay ningún problema en oír melodías, estilos y géneros seculares mientras no hagan alusión al mal.
5.- Santifica tus genitales. Dios creó el sexo, y es bueno y lícito entre un hombre y una mujer siempre y cuando sea bajo el pacto matrimonial. “La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios” (1 Tes. 4:3-5 NVI).
ORA LA PALABRA
“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño” (Salmos 24:3-4).
Señor, tú que habitas con el quebrantado y humilde de espíritu y haces vivificar el corazón de los abatidos, límpiame de toda contaminación del alma y del cuerpo y perfeccióname en tu santidad. Amén.
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