Los padres cristianos tenemos la misión de educar a nuestros hijos en los principios establecidos por Dios en su Palabra. Debemos enseñarles a discernir entre el bien y mal e instruirlos en la verdad. Además de ser sus guías y autoridad, modelamos sus vidas con nuestra conducta. Tengo un amigo que frecuentemente le dice a su niño: «Haz lo que yo te diga que debes hacer, mas no hagas lo que me ves hacer». ¡Craso error! Los chicos siempre se comportan en afinidad con el ambiente donde crecen, según el trato que reciben, y de acuerdo con la actitud de aquellos con quienes se relacionan.
Si habitualmente críticas, juzgas y condenas a las personas criarás hijos cizañeros y murmuradores; si reaccionas con violencia, gritas y ofendes, ellos serán propensos a abusar y a maltratar a los demás. Padres adúlteros, promiscuos y/o dados al licor forman varones machistas, alcohólicos, incapaces de valorar y respetar a una mujer, así como hembras sumisas, con baja autoestima. Numerosos estudios muestran el creciente deterioro de la familia y su disfuncionalidad.
La psicología describe a una familia disfuncional como aquella en la que los conflictos, la mala conducta y el abuso por parte de sus miembros se producen regularmente. A veces los niños crecen creyendo que tal disposición es normal. En estas familias no necesariamente la pareja está en proceso de divorcio, por el contrario, puede ser un matrimonio “aparentemente estable” en el que los padres emulan o intentan corregir a sus propios progenitores disfuncionales.
Aunque Dios creó a la familia con un hermoso plan de unión y amor, el hombre desde un principio se desvió. La Biblia está llena de familias disfuncionales. El primer asesinato de la historia lo perpetró Caín sobre su hermano Abel; las preferencias de Jacob por José, el menor de sus hijos, encendieron los celos de sus hermanos y lo vendieron como esclavo; David, antes de ser rey, fue rechazado por su padre; Simón, antes de convertirse en el apóstol Pedro, fue un pescador rudo, violento, impulsivo, mal hablado. Ya conocemos la historia de estos hombres después de ser tallados por las manos del Maestro.
Recobra el ánimo si estás avergonzado de tu historia familiar, levanta el rostro si has abusado o has sido víctima de maltrato dentro de tu hogar. Ponte de rodillas ante Jesucristo si abandonaste a tus hijos y formaste otra familia. No te avergüences de estar en su presencia. Dios conoce tu expediente, sabe quién eres, lo que has hecho, y aun así te ama y perdona. Desea con fervor borrar tu pasado, remodelar tu vida, transformarte y guiarte hacia sus propósitos. La Biblia afirma: «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hecha nuevas» (2 Corintios 5:17).
Dios te ofrece una nueva vida. Entra confiadamente al trono de gracia, arrepiéntete de tus pecados y ruega por la salvación de tu alma. Acércate a tus hijos y pídeles perdón si los has maltratado, rechazado o abandonado. Perdona a tu cónyuge, padre, madre y hermanos si te han causado algún daño. El perdón es medicina para el alma, sana las heridas y conforta el espíritu. Aún estas a tiempo; no desperdicies la oportunidad que Dios te da. Jesús tiene sus manos extendidas para recibirte, perdonarte y moldearte como cuando eras un embrión; su cincel te hará nacer de nuevo y experimentarás la victoria de los que resucitan de entre los muertos.
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