Los Estados Unidos y las naciones del planeta están viviendo una experiencia si no similar, al menos cercana a las funestas consecuencias de las guerras del siglo pasado y el temor real que sintieron las ciudades medievales europeas azotadas por las plagas y la gran influenza que surge en los Estados Unidos en 1918.

Ahora, el enemigo llamado coronavirus es invisible y casi invencible pese a los esfuerzos de los científicos y expertos médicos que trabajan arduamente en busca de una vacuna eficaz en contra del flagelo que además de infectar millones de personas ha cobrado la vida de muchas víctimas.

Las autoridades estatales están actuando en la mayoría de los estados con suma precaución y aplicando la única solución preventiva para impedir la propagación del coronavirus-19 y sus nuevas modalidades que ahora atacan a los niños. Permanecer en los hogares, distanciamiento físico y uso de mascaras de seguridad han sido la tónica de nuestro nuevo comportamiento social que aplicamos desde hace seis semanas

Nueva York, South Dakota y Sioux City en el estado de Iowa, todavía continúan en un agudo estado de emergencia y el triste récord de más casos diarios de infectados en los Estados Unidos.

Mientras persistan una cantidad significante de personas infectadas o enfermas, la actual cantidad de 38.6 millones de desempleados en esta nación podría seguir aumentando y debilitando a unos de los sistemas económicos más grandes del mundo si es que no se cumplen las restricciones.

A pesar de esta todavía impredecible realidad y los esfuerzos de al menos gobernadores que escuchan a los científicos y a quienes motiva en su actuar la preocupación por el bienestar de la ciudadanía más que a sus intereses privados; hay aun sectores que no aprenden de las dolorosas experiencias o a los que no les preocupa el bienestar y futuro del prójimo.

Animados por el mal ejemplo del presidente Donald Trump que se niega a usar máscaras de seguridad y se ha dado el lujo de dar conferencias de prensa sin respetar las medidas de distanciamiento; grupos de individuos que abogan por su derecho a la libertad y resienten las por ellos llamadas “medidas dictatoriales” de gobernadores y autoridades mentalmente claras; están saliendo a las calles exigiendo que acaben las regulaciones y se les deje asistir a asambleas religiosas, ir a parques y playas sin respetar el distanciamiento y abrir prematuramente restaurantes, bares, barberías, casinos, hoteles, moteles, los gigantescos malls y continuar la vida social y política como existía hasta comienzos del mes de marzo del 2020.

¿Es que se olvidan estos fanáticos y ahora defensores de las libertades individuales de lo que sucede en el mundo? ¿Es que la pandemia no ha limitado sus ansias de consumo irracional y entendimiento racional?

Viendo y escuchando los datos de las muertes diarias en hospitales y la insuficiencia de espacios para enterrar a las víctimas fatales en Nueva York; ¿no entienden lo que está sucediendo?

Se puede entender la presión emocional del proceso de encerramiento y la incomodidad en el uso de máscaras de seguridad. También se comprenden nuestros deseos naturales de librarnos de tanta regulación, pero tenemos que acostumbrarnos por ahora a utilizar precauciones y olvidar antiguos hábitos. Los resultados de conductas atrevidas e impetuosas pueden ser mortales para nosotros y nuestras familias.

Las autoridades estatales responsables no tienen como dicen los que protestan las aspiraciones de ignorantes aprendices de dictadores como el que lamentablemente nos preside, o las acciones crueles de presidentes irresponsables como lo son los de Brasil, Bolivia, Chile y las Filipinas; por dar algunos ejemplos.

Aquellos que mantenemos juiciosa y consistentemente las precauciones, no somos en absoluto partidarios de gobiernos autoritarios que mienten o hacen publicidad para que el pueblo utilice productos médicos desaprobados por la ciencia como lo son la hydroxychloroquine y el cloro.

Además de las legiones de “luchadores por la libertad” dispuestos a suicidarse que portan afiches apoyando a Trump; en nuestras comunidades y vecindarios hay también sujetos, hombres y mujeres que, desoyendo las recomendaciones de cautela, comenzaron a efectuar “fiestas con corona” en las que abunda el alcohol y las drogas en vecindarios donde hay proyectos habitacionales ayer reductos de paz para los adultos mayores, personas con discapacidades y niños. Esta misma noche y en este fin de semana llamado por estas personas como la “del destape,” los ruidos estruendosos de las motoras y parlantes van a contaminar el ambiente tanto o mas que el virus.

Por las carreteras caravanas de insensatos en motoras invadirán las rutas cruzándose en son “de broma” a los automovilistas. Algunos no van a llegar a playas y parques y habrán puesto en peligro a otros.

Nos atrevemos a recomendar paciencia y cautela.

Una persona que muera debido al contagio con el coronavirus es demasiado, al igual que las víctimas de accidentes o disputas armadas que hacen más difícil la labor del personal de los sistemas de emergencia de hospitales.

Recordemos este lunes a las víctimas de las guerras innecesarias del pasado con respeto y dignidad. Aun no se ve claramente la luz al final del túnel.

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