La vida está llena de retos y desafíos. Hay grandes obstáculos que superar, y debemos prepararnos para esos momentos donde parece que vamos a desmayar y creemos que nunca lograremos lo que nos hemos propuesto. Lamentablemente, a veces estamos rodeados de personas que tal vez por que no tienen metas para su vida, son expertos en infundir desánimo, quitarnos la motivación y siempre recordarnos nuestras limitaciones.
Recuerdo que desde mi infancia escuchaba voces de aquellos que me decían; “tu no vas a llegar a ningún sitio”, “no te esfuerces pues esas metas son muy grandes para ti”. No puedo negar el impacto de esas declaraciones, pero lo importante es poder desarrollar un espíritu de determinación. Desde muy joven me apropié de las palabras de ese gran pensador español Miguel de Unamuno cuando dijo: “Me propongo llegar a lo absoluto a fin de poder lograr lo relativo”. En otras palabras, me propongo metas altas, para por lo menos lograrlas en una buena parte.
Si una gran parte de nuestra gente se propusiera metas altas en la vida, y luchara por ellas sin importar el que dirán, estoy seguro que nuestra condición y calida de vida como pueblo sería otra. Hay personas con grandes talentos y habilidades viviendo una vida infructífera sencillamente por que permitieron que alguien le matara sus sueños de triunfo y superación. No mi hermano y hermana. No te des por vencido. Recuerda que las fuerzas para seguir adelante siempre provienen de Dios quien nos dio la vida.
Permíteme ilustrarte a través de este simpático cuento anónimo lo que es vivir por un sueño y ser capaces de dar nuestra vida en el intento.
“Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un chapulín. -Hacía dónde te diriges?, le preguntó. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: -Tuve un sueño, anoche soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el chapulín dijo mientras su amigo se alejaba: -Debes estar loco!, ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? – ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo: – ¿Hacía dónde te diriges con tanto empeño? Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: -Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.
El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: -Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa. Él se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. ¡No lo lograrás jamás! -le dijeron-, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. -Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.
De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arcoíris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: Una mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría. Se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.”
Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta de que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo lograremos.
El éxito de la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.