Jonás Gómez comió tarde una ensalada de papas, chuletas con arroz chino, un trozo abundante de pan sobado, un té de jengibre y de postre un mantecado de vainilla. De inmediato sintió el estomago pesado y en erupción.
La sonajera de tripas era estridente y su esposa fue la primera en captar el problema.
“No puedes comer tanto demasiado tarde. Son ya las once de la noche y acuérdate salmón lo que te recomendó el Dr. Arroyo: nada de cervezas ni el pique marca “No Reces” porque si te pica ahora, te va a picar dos veces.
Jonás no estaba de buen humor y le dijo a Mabel que dormiría en el sofá de cuero de la sala para el caso de que hubiese truenos intestinales a lo que ella accedió. Experiencias pasadas se lo sugerían en su subconsciente. “Barr” el perro, siguió resignado a su dueño camino al cuarto de estar ya que como dice el dicho, “el canino es el mejor amigo del hombre.”
Ya medio dormido ha escuchado el asunto este de que Putin el dictador ruso también apodado “el Reptil,” desea gobernar en Rusia hasta que se caiga muerto. Se ha dicho en CNN; ¡Oh, Dios! que el aprendiz de Napoleón ha enviado a los Talibanes mercenarios para matar soldados estadounidenses en Afganistán con pleno conocimiento de Donald John Trump.
Repentinamente escucha que tocan el timbre de la entrada que no era el sonido aterrador con el que domestican a los estudiantes en las escuelas de Hartford, sino que un apacible tintinear de campanillitas. ¡Dong Dong Bell!
Preocupado por los olores nauseabundos que habían invadido la sala después de la copiosa cena y temiendo que fuera su suegra, el dueño de casa camina arrastrando sus pies en las pantuflas hacia la puerta. Mirando por si las moscas a través del ojo mágico, vio a un sujeto blanco tirando a rosado con el pelo plateado y unos ojos de mirada bestial.
“Pero ¿qué viene a hacer aquí este mastodonte?”
Así se dijo Gómez que se abrocha de inmediato la bata para cubrirse los calzoncillos.
“Momento,” dijo prendiendo un cirio de cera perfumada con elíxires indues que en cierto modo disminuyeron en el aposento el olor a azufre. Arreglándose un poco el escaso pelo que todavía le quedaba, abrió la puerta y como venidos de la nada, ingresaron seis tipos vestidos con trajes negros y gafas oscuras que le ordenaron con gestos desabridos que se volviera en contra de la pared y procedieron a registrarlo.
“Esto es un atropello a la privacidad que me merece el sagrado seno de mi hogar,” dijo Gómez, a quien ya habían obligado a sentarse. Casi enseguida y sin vaselina, hizo su entrada el innombrable que se veía más panzón y nalgudo, con cierto aire de amargura y un rictus de angustia en la con lengua. Hicieron contacto visual y el dueño de casa ha notado en sus pupilas animalescas un tono sombrío. Instintivamente busca su mascarilla de seguridad, regalo de su suegra y se preguntó.
“Que carajos hace este tipo en mi hogar llegando a las dos de la mañana acompañado de estos matones desenmascarados?” Así se dijo con deseos de llamar a su abogado de la oficina legal “La Esperanza que con seguridad le consigue enseguida la fianza.”
“Jonás Gómez tú eres el único que me puedes aconsejar en estos momentos álgidos en que se me va dando vueltas el kayak.”
La voz del presidente que hablaba un español sin acento tenía candencias de agotamiento y angustia, cuestión que sorprendió al dueño de casa acostumbrado a escuchar los insultos y las mentadas de madre que el tipo les lanzaba a los mexicanos a quienes ahora acusaba de haber traído el Covis-19 a los Estados Juntos, pero no Revueltos. ¡Híjole!
“Pero señor presidente, usted tiene a su yerno Jader/Joder, a su hija, y al nazi hediondo de Banner para que le aconsejen y asesoren en esta crisis de la pandemia y el asunto con Putin,” dijo Gómez pensando en que estaba en otra dimensión, aquella que insinuó Albert Einstein después de crear la ecuación de la antimateria y el infinito absoluto del cosmos lo que le había llevado, dicen, a creer en Dios.
“Hemos hecho un sorteo entre los cuatro millones, trescientos veintisiete mil y cuarenta y seis individuos como tú que insultan diariamente a su excelencia por las paginas miserables del Facebook para que digas desde tu miserable punto de vista como podría el presidente ganar la elección,” dijo otro tipo soplapotes que no usaba mascara sino un antifaz como el del Llanero Solitario.
“Lo que su excelencia desea es que seas sincero y aquí tienes una declaración jurada del primer mandatario con su peculiar firma que tiene más ángulos que el diache y te absuelve de lo que digas,” dijo “Iscariote,” sobrenombre que le puso pa’ seguida Gómez al otro blanquito.
Con esa garantía, el dueño de casa se levantó del sofá y paseándose jaquetón comenzó a hablarle a quien denominaba “la bestia” en su columna de opiniones titulada; “Que se vaya ayer y no vuelva más.”
“Primeramente debo decirle señor Trump que el pueblo cree que es usted es un pusilánime y embustero rematado. ¿Se llama realmente usted Donald John Trump? Diga la verdad y va a aumentar el puntaje en las encuestas.De vez en cuando pida perdón por la sarta de disparates que despotrica en las ridículas conferencias de prensa y por los sobrenombres en contra de sus oponentes a través del condenado Twitter.”
Gómez se sorprendió de su propia audacia mirando fijo al presidente cuya faz se había enrojecido como la ridícula gorra de color rojo con la infame consigna forjada por el comité central del KKK.
“Ese es mi nombre y tengo mi certificado de nacimiento mas legitimo que el de Barack Obama,” respondió el ogro que se notaba a punto de explotar.
“En ese caso y déjame decírtelo con confianza, la ciudadanía se está convenciendo de que le debes muchos chavos a Putin que ya ha dicho que te tiene agarrado de buena parte y ha pagado algunas de tus deudas, pero quedan otras ¿Es esto cierto o no? Si esto es cierto, confiésalo y di que metiste la pata y estas metiendo las manos.” ¡Arrepiéntete!
La voz de Jonás Gómez sonó viril y ha observado como la cara de Trump se distorsionaba como la del Joker.
“No te respondo esa y me protejo con la quinta enmienda y, es más, si algo así hubiese pasado me perdono a mi mismo como lo estoy haciendo con Flynn y el Stone,” dijo el embustero cuyo entrecejo de pelos rubios parecían un paréntesis blanco con un trasfondo rojísimo en su faz.
“Hummmm. ¿Entonces vas a admitir que los rusos no interfirieron en las elecciones donde saliste elegido sin que siquiera lo esperaras? Di la verdad y la gente confiara en ti, aunque debes evitar el alabar al KKK al que pertenecía tu padre y a los confederados y Nazis que buscan la guerra civil.”
Trump se puso de pie y por la frente le caían gotas de sudor grasoso debido a su afición a comer hamburguesas y las papas fritas que vende Popeye.Por un momento Jonás Gómez pensó que el tipo se le venía encima, se puso en guardia dispuesto a meterle una patada allí donde duele y echándole una mirada de reojo a una lamparita de acero. Los agentes del servicio secreto se pusieron de pie, pero Donald les hizo una señal para que se sentaran.
“Y que dice la gente de la maldita pandemia que está afectando a mi candidatura con la maldita segunda ola?
Gómez, que se había mantenido de pie, ha mirado la cara del adefesio que se tornaba purpúresimea y tuvo la esperanza de que allí mismo el presidente nalgudo cayera al suelo debido a algún inconveniente cardiaco, una trombosis cerebral, o un ataque epiléptico.
“Para serte sincero, la gente piensa que no sabes nada, que eres un analfabestia y que debieras haber dejado hablar al Dr. Fauci. También te están echando la culpa de los 127,349 muertos y los miles de infectados por no haber hecho lo que hicieron los gobernadores Lamont, Cuomo y el de Massachusetts que pusieron las sabias restricciones. Has sido un presidente ineficaz y tan inexperto como aquel jibarito ingenuo que cuando la novia le dijo en la noche de la luna de miel que ella era virgen, se arrodillo y le rezo.”
“¡Sáquenmelo de enfrente que lo quemo! Este es un comunista, anarquista, marxista leninista, ácrata, nihilista, trotskista, sindicalista y demócrata. ¡Depórtenlo ipso facto a Puerto Rico!”
Así grito el espantajo a quien las babas le brotaban de la sin lengua y un sudor pegajoso le inundaba la camisa blanca manchándole la chalina roja que le llegaba a la rodilla. Los hombres de negro trataban de empujar al presidente hacia la limusina made in Rusia, mientras que otro se aseguraba de que Jonás no se moviera. Barr, el perro ladraba. Todo era una batahola y desbarajuste de madre.
“¡Salmon, te dije que no comieras tan tarde, esto aquí huele a azufre combinado con comida de la India! ¡Ni que te hubiera visitado Satán!”
Así le grito su conyugue que hizo callar al perro y Jonás se despertó totalmente cayendo en cuenta de que al menos, aunque fuese entre sueños; se las había cantado todas al primer mandatario.