¿Puede un creyente alegrarse cuando está sufriendo injusticias? Humanamente parece imposible. Sin embargo, Jesús declaró: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:10). Los cristianos que sufren persecución, discriminación, y daño físico y espiritual por causa de su fe deben alegrarse (¡y mucho!) porque recibirán la corona de vida que Dios prometió a los que le aman.
Actualmente, millones de cristianos son perseguidos en todo el mundo. Los países más peligrosos en este sentido son: Oriente Medio, Asia, África y Corea del Norte. Los musulmanes pueden pagar con persecución, expulsión, sufrimiento y muerte la apostasía del Islam para convertirse a Cristo. La cadena de noticias CNN publicó que un tribunal sudanés condenó a muerte a una mujer embarazada, de nombre Meriam Yehya Ibrahim, luego de que ella se negara a retractarse de su fe cristiana. Según Amnistía Internacional, la mujer también fue condenada a cien azotes por adulterio, debido a que su matrimonio con un hombre cristiano es considerado nulo bajo la ley musulmana. El tribunal que la declaró culpable le dio un plazo para retractarse de su fe, algo que ella se negó a hacer. Según su abogado, Meriam expresó: “Yo soy cristiana y voy a seguir siendo una cristiana”.
El diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, indicó que en Corea del Norte, los cristianos son enviados a campos de prisioneros por delitos tales como poseer una Biblia y soportan brutales torturas y condiciones de vida terribles.
Dios no olvida a quienes sufren o mueren por su fe en Cristo. Jesús no creó falsas expectativas. Él jamás engañó ni manipuló a sus discípulos para que le siguieran; más bien les advirtió: “Os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre” (Mt. 24:9). Y les avisó: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios” (Jn. 16:2).
¿Alguna vez te has preguntado si estarías dispuesto a padecer por Jesús? La Biblia afirma que los cristianos soportaremos persecución, menosprecio, odio y sufrimiento por causa de nuestra fe (2 Tim. 3:12). Seremos rechazados porque los principios de Dios son contrarios a los antivalores del mundo. Nuestros padres y hermanos se burlarán de nuestra fe, los vecinos y compañeros de trabajo nos criticarán, los amigos dejarán de invitarnos a celebraciones, y sufriremos injusticias por parte de nuestros cónyuges incrédulos.
Es fácil decir de la boca para afuera que se está dispuesto a sufrir por causa de Cristo. De hecho, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (Lc 22:33). Pero al sentirse en peligro, negó tres veces conocer a su Maestro. Al igual que Pedro, nosotros hemos negado a Jesucristo cuando por vergüenza o temor al rechazo no testificamos de nuestra fe frente a los incrédulos; cuando nos desmotivamos por los cuantiosos retos y presiones a los que nos vemos sometidos; y cuando nos quejamos por sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo (2 Tim. 2:3).
Pedro fue un mártir de la fe. Después de admitir su pecado, se arrepintió y entregó su vida a Jesús. En su primera carta, anima a los creyentes que sufren injusticias con estas palabras: “Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes” (1 Ped. 4:12-14 NVI).
Jesús dejó muy claro que todo aquel que quiera ser su discípulo deberá negarse a sí mismo y tomar su cruz (Mt. 16:24). Los sufrimientos son necesarios para que nuestra fe se fortalezca, para que maduremos espiritualmente y estemos preparados para recibir los premios del cielo.
Cuando Jesucristo iba camino al Calvario no dijo: “El tiempo se ha cumplido para que yo sea crucificado”, Él declaró: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Jn 12:23). ¿Te das cuenta de la gran diferencia? Jesús no tenía su mirada puesta en la cruz (en las adversidades y padecimientos), sino en el galardón divino (la resurrección y la vida). No hay gloria sin calvario. Seguir y obedecer al Señor requiere renuncia, privaciones, sacrificios, dolor y sufrimiento, “pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Fil. 1:21), dijo Pablo.
ORA LA PALABRA
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mt. 5:11-12).
Señor, dame fortaleza para resistir las pruebas firme en la fe; sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en mis hermanos en todo el mundo (1 Ped. 5:9). Transforma mi corazón para que pueda alegrarme en la persecución. Ayúdame a obedecer tu Palabra, especialmente donde me pides amar a mis enemigos, bendecir a los que me maldicen, hacer bien a los que me aborrecen, y orar por los que me ultrajan y persiguen (Mt. 5:44). Por lo pronto, soportaré, por amor a ti los padecimientos del tiempo presente, pues no se comparan con todas las cosas que Tú has preparado para los que te aman (1 Cor. 2:9). Gracias, Padre, por contarme entre tus elegidos.
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Reflexiones Cristianas Vive la Palabra
Lic. Liliana Daymar González
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