HARTFORD.- Para indicar lo que significan los tiempos “antes de la pandemia” he comenzado a usar la abreviación “AP,” y “DP” para “después de la pandemia.”
Es que después de siete meses desde las primeras noticias acerca de la aparición de esta peligrosa infección viral Covid-19, muchas actividades sociales, cívicas y culturales se han cancelado, suspendido, o interrumpido para un futuro aun indefinido e impreciso y las cuales estamos seguros van a regresar cuando cambien las circunstancias como un evento “DP.”
Entre estos ya legendarios programas con un futuro por ahora incierto, destaca el Desfile o Parada puertorriqueña iniciada a fines de la década de los sesenta “AP,” que fue una modesta pero entusiasta procesión organizada por la numerosa feligresía puertorriqueña de la parroquia del Sagrado Corazón, quienes ya habían exigido misas en idioma español para mantener su tradición católica.
Los rituales religiosos los comienza a oficiar el fenecido y recordado Padre Segundo las Heras y la congregación de la parroquia era integrada por las familias de trabajadores de granjas y de las fincas del tabaco quienes residieron en el sector histórico del “Túnel,” localizado en la intersección de la calle Main y la avenida Albany.
Este fue un primer intento para demostrar la presencia puertorriqueña en una ciudad cuyos residentes originarios no aceptaban de buena gana el lema boricua “aquí me quedo;” significativo de las intenciones de miles de personas de habla hispana de permanecer en una metrópoli donde el control político, comercial y financiero estaba bajo el férreo y rígido dominio de autoridades de origen irlandés e italiano. Esta primera Parada/Procesión fue sin lugar a dudas un hecho histórico y revolucionario.
El evento estaba dedicado a la virgen María, pero entre líneas destacaba la importancia de resaltar y reconocer a la cultura de la Isla en la ciudad.
En un segundo intento de salir a la vía publica en un programa organizado y llamativo semejante al que ya se celebraba en Nueva York; destacaron la energía, visión y esfuerzos de la señora María Sánchez, del propietario de una tienda que llevaba el nombre de Cortes, la ayuda e inspiración de Olga Mele y de otros líderes; quienes inician los días sábados y domingos una serie de visitas preliminares a familias puertorriqueñas y otros contactos con dirigentes de ciudades aledañas a la ciudad capital para integrarlos al evento. Por allí se va forjando la idea de una Gran Parada donde las reinas y princesas irían en carrozas contratadas en Nueva Jersey, con música de la Isla del Encanto y representaciones de organizaciones boricuas con las banderas tricolor, y celebridades locales.
La Parada ha continuado por más de cuatro décadas con algunas postergaciones debido a las condiciones del tiempo, pero siempre presente y necesaria en la agenda de una comunidad que se quedó y se ha desarrollado.
En las últimas décadas una nueva generación ha asumido el liderazgo de esta iniciativa bajo el nombre de Connecticut Institute for Community Development Puerto Rican Parade Committee o CIDS. Con el paso de los años y un significativo desarrollo, la Parada incluye un reinado juvenil, el Desfile en sí, el ya tradicional Festival del Coquí, y el Banquete María Colon Sánchez que dentro del espíritu del evento ha reconocido a más de cien líderes locales destacados en los ámbitos de la educación, la actividad cívica, el comercio y el deporte. También se ha provisto de becas de estudio a estudiantes destacados y deseosos de continuar sus estudios académicos superiores.
En un comienzo, se hablaba de la Parada Puertorriqueña de Connecticut y llegaban a Hartford representaciones de todos los pueblos. Después habría un sistema de rotación en el cual el desfile se llevaba a cabo no solamente en Hartford; sino que en otras ciudades para de este modo apoyar el crecimiento boricua de otras metrópolis. Posteriormente y en una crisis de crecimiento, Bridgeport, New Haven y Stamford se independizan y comienzan a efectuar sus propios desfiles.
En Hartford, el legendario Centro San Juan que estuvo localizado frente a la escuela Barnard Brown, auspicia por varios años el Festival de San Juan Bautista en homenaje a otra fiesta tradicional puertorriqueña. En esa oportunidad y en el espíritu entusiasta del mes de junio, se cerraba la calle Main desde la intersección de la calle Main con la avenida Albany hasta la calle Trumbull por el Este, y visitaban a nuestra ciudad artistas y conjuntos puertorriqueños y latinoamericanos de la estatura de Rubén Blades y orquestas locales.
Deseamos en esta edición mostrar algunas fotos de la Parada en décadas pasadas y otras más recientes con las carrozas y sus reinas en imágenes que han quedado en la memoria y en los corazones de miles de asistentes a estos eventos “AP.”
Estos desfiles y festivales exitosos han sido el resultado de los esfuerzos y consistencia de sus fundadores y de los sucesivos comités que continuaron con esta importante tradición.
Tenemos la esperanza de que, cambiando las actuales circunstancias de crisis y distanciamiento social, la Parada puertorriqueña, la de San Patricio que reconoce a la comunidad irlandesa, la Parada Caribeña provenientes de las Antillas en las que la colonización impuso el idioma inglés, continúen alegrando a nuestra ciudad y demostrando de un modo positivo lo que la diversidad.
Sabemos que “DP” van a regresar el Festival del Coquí, segmento musical importante del Desfile puertorriqueño; el Concierto Bajo las Estrellas, los Conciertos de Jazz en el parque Bushnell, los eventos culturales en la rivera Este del rio Connecticut, y tantas otras actividades típicas “AP” del mes de junio.
Por ahora, paciencia y esperanzas.