¿Alguna vez has sentido que no tienes fuerzas? Yo sí. Mantenernos fuertes en este mundo quebrantado por el pecado no es una tarea sencilla. El rey David expresó: “Mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Sal. 31:10).
Dios sabe que si perdemos las fuerzas (físicas y espirituales) se debilitará nuestra fe y no podremos resistir las tentaciones, e irremediablemente nos desviaremos de su camino. Esa es la razón por la que está muy interesado en renovar continuamente nuestras fuerzas.
Si eres de los que repite varias veces al día que estás cansado con tantas angustias, oye la voz de Dios que dice: “Yo he de satisfacer al alma cansada y he de saciar a toda alma atribulada” (Jer. 31:25).
Esto me recuerda una ocasión en la que vi a mi hermano muy mortificado; los problemas le habían espantado el sueño y no encontraba solución a nada. Con la mirada triste expresó: “Estoy cansado… no puedo más”. Sin demora, lo dirigí al lugar donde Dios aguarda por cada uno de sus hijos, y le expliqué que allí podría soltar su pesada carga (Mt 6.6).
Después de algunos días, me contó que estuvo en la presencia del Altísimo, mientras platicaba con Él se quedó profundamente dormido por varias horas. Cuando despertó se sintió liviano, como si hubiera soltado una carga de quinientas libras y sus fuerzas hubieran sido renovadas.
[Dios] da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor. (Isaías 40:29). Mi hermano llevaba muchos días sin dormir y no le hizo falta tomar somníferos para conciliar el sueño ni para bajar los niveles de estrés. Bastó con un momento en la presencia del Eterno para hallar descanso.
Nada podemos hacer en nuestras fuerzas. “Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Is. 40:30-31NVI).
Dios renueva nuestras fuerzas cuando se lo pedimos. Si hoy sientes que desfalleces es porque no estás descansando en Dios. Sea cual sea la situación por la que estés pasando, apóyate en Cristo. Él nunca se cansa y siempre está dispuesto a llevar tu carga.
ORA LA PALABRA
“Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos” (Sal. 84:5).
Amado Señor, tú sabes lo agotado(a) que estoy. Perdona mis pecados, porque debilitan mis fuerzas (Lam. 1:14). Echo sobre ti todas mis preocupaciones. Hazme descansar en tu presencia y renueva mis fuerzas cada día para que pueda cumplir con mis deberes sin desfallecer. Fortaléceme en mis debilidades para que no caiga en tentación. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
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